miércoles, 24 de octubre de 2007

¡South Kengsington es mi barrio! ¡Vivo en South Kensington! ¡Soy de South Ken!

A mi todos los barrios de la zona 1 me parecen estupendos, que conste. South Kensington no me lo había estudiado porque pensaba que iba a ir a vivir a Bloomsbury. Ahora en vez del British Museum vivía cerca de Harrods que bueno, no se.

El caso es que tuve que estudiármelo todo el último día y me alucinó un poco que estuviera tan cerca de Hyde Park, teniendo en cuenta que cuando creía que viviría en Bloomsbury Hyde Park se me antojaba lejísimos.

Se me antojaba”, uy, que cursi.

Descubrí que viviría en un barrio buenísimo. La verdad es que sonaba bien decir donde vivía, sobretodo en la escuela de inglés.

¿Dónde vives?

Bueno, en la zona cuatro, tengo que venir en tren y luego hacer dos transbordos en metro.

¿Dónde vives?

En el East End. Hacia el final.

¿Dónde vives?

En South Kensington.

Ni aposta. Eso es tener caché.

Una acaba siendo amiga del barrio en el que vive. Bueno, en realidad el barrio en sí era poco animado en cuanto a personas. Quiero decir que mucha gente pasaba por la calle pero no había lugares donde se detuvieran y charlaran. Y había mucho coche. Es decir, no era un lugar entretenido de noche y las terrazas brillaban por su ausencia, pero se hacía acogedor. Sobretodo por ese restaurante de portugueses. Por alguna razón siento más nostalgia de España cuando estoy con portugueses que con españoles, será que los portugueses son así, nostálgicos.

La casa

La casa era una especie de enemiga muda. Ella no te decía nada, pero de vez en cuando, de manera inquietante, ponía en peligro tu vida.

Debe ser muy inglés eso de tener una fachada imponente y un interior viejo y decadente. Me convencí de ello. Mi casa por dentro era aterradoramente cochambrosa. Luego, con el tiempo, fui encontrándole la gracia y acabé encontrándola acogedora a pesar que el suelo estaba torcido, y la nevera no funcionaba, y la ducha se atascaba y el lavabo era directamente antihigiénico.

Se me ha caído la toalla al suelo, ¿qué hago? ¿La fumigo o la tiro a la basura directamente?

Tst, moqueta ¡Cómo no!

Justo cuando me había acostumbrado a ese piso y a evitar caer en sus trampas, por alguna razón inglesa desconocida tuve que cambiarme de piso la primera semana de estar allí, por no se que lío de habitaciones dobles y que estaba en una doble y tenía que estar en una individual –al final esa habitación doble acabó siendo también individual porque le quitaron una cama así que el cambio no tenía sentido, los de la agencia eran seres extraños-. Cuando ya me había acostumbrado a los peligros del primer apartamento tuve que adaptarme a los del segundo, que estaba cuatro pisos más abajo. Y creedme, eran peores, o por lo menos lo parecían, teniendo en cuenta el aspecto de mi nueva casa.

Una cosa buena es que las cinco –si, cinco- neveras funcionaban y el baño estaba reformado. Pero había otros peligros. Uno de ellos era la ménsula de mi habitación. Una de ellas.

Al ser planta baja, los pisos tenían techos más altos y estaban decorados, como pasa en toda casa antigua que se precie allí y en España. Mi techo tenía todo lo que las familias pudientes debían tener. Incluida una ménsula agrietada justo encima de mi cabeza cuando dormía, lo suficientemente alta para que una vez desprendida la aceleración asegurara una buena fuente de preocupaciones. Mi abuela estaba muy preocupada por mi debido a los altos índices de criminalidad de la ciudad pero yo estaba preocupada por la puta ménsula.

También estaban las lámparas de araña gigantes, con no menos de treinta bombillas de las cuales solo funcionaba una –y luego ninguna porque un día parte de la red eléctrica dejó de funcionar y así se quedaron, supongo que porque seguramente la red era del período Eduardiano.

Lo malo de este tipo de casas-trampamortal es que no solo tu tienes que ir con cuidado de no herirte, tienes que evitar que tus compañeros de piso sean unos inconscientes y también pongan en peligro tu vida.

Así, en cierto modo, aprendes a desconfiar un poco de tus compañeros de piso. Una vez se nos fastidió el agua caliente, y por alguna razón, a mi compañera de piso italiana le dio por intentar toquetear un termo o, por lo que delataba su aspecto, la máquina más moderna directamente después de las de carbón.

Déjalo en paz, si lo enciendes parece una locomotora enloquecida

Pero a ella que le vas a contar, ella activó el termo –que yo había apagado convenientemente- y abrió un grifo, con lo que, al estar jodido el termostato del agua, la temperatura estaba subiendo a 100 grados centígrados.

“¡Pero ciérrala cacho loca que vamos a petar!”

Bah, es igual, seguro que en castellano ella entiende, y quién piensa en inglés en momentos así.

Otro ejemplo sería.

No te pases media hora friendo que la campana no funciona y no hay ventanas en la cocina. Vas a llenar la casa de gas tralará y vamos a morir.”

No era el gas el único problema de esa casa. Bueno, el gas tenía múltiples problemas, en realidad. Una vez una llama gigante se paseó por el pecho de una compañera. Con suerte no eran prendible pero a mi casi se me chamuscó una ceja.

En la pared había una especie de kit de salvamento por si por alguna razón la cocina te prendía fuego. Hay que ver qué considerados eran los de la agencia, pero podrían gastarse el dinero en renovar las cosas en vez de ir colgando kits.

También teníamos un extintor, por si el kit no funcionaba o no tenías tiempo de hacer nada de las instrucciones dibuajdas que venian en el kit, donde salía una persona con llamas en el pecho y acto seguido ya salía envuelta con lo que se supone viene dentro del kit. El proceso de ponerse eso mientras uno arde en llamas queda a la imaginación de cada uno.

Otro problema.

Klaudia, acuérdate de cerrar la puerta cuando te vayas”.

Este era algo que yo no lograba entender. La tía se dejaba la puerta abierta de par en par al salir de casa…

Klaudia vivía siempre en la inopia mas profunda. Era imposible evitar que hiciera eso. Lo único que podíamos hacer era rezar para que nadie entrara a desvalijarnos.

Un día llegué de la calle y la puerta estaba abierta. Enseguida llegué a la conclusión que había sido Klaudia –¡yo ruín!-, así que me paseé por la casa voz en grito. Como Klaudia era alemana, tenía que hablarle en inglés o no comprendería la idiosincrasia de mis advertencias y lecciones sobre seguridad. Entonces me encontré cara a cara con el indio guapo.

Indio guapo: Miembro de la agencia que me alquilaba el piso que venía a intentar arreglar las chapuzas aunque en realidad solo se sabía la teoría y una vez en práctica corría peligro de muerte, preferentemente por electrocutación, o se quedaba pensativo delante del problema mientras su linda cabecita era un caos y sus intentos por arreglar las cosas eran estériles.

Había venido bien provisto –fontanero-. El indio guapo era el único de la agencia que se tomaba en serio el trabajo y una vez le decías que tenías un problema, lo recordaba. Eso a mi me llegaba al corazón, y me parecía muy romántico.

Bueno, se olvidó de llamar a un electricista para arreglar la luz de las lámparas de techo, pero reconozco que intentar arreglar el sistema eléctrico de esa cochambre de piso puede dar pereza a cualquiera. Además, su sentimiento de culpabilidad era notable y hasta que no nos trajo lámparas con toma de tierra a todas no fue feliz.

Venia cada día al edificio –en cada apartamento debía haber como media dos cosas rotas fijo- con porte serio y sofisticado, bien vestido y callado. Incluso los fines de semana estaba por allí, menos trajeado pero igualmente guapo, con sus gafas metálicas.

De él hay que hablar más, como el día que lo encontré agarrando a un pulpo de peluche gigante de color rosa para tirarlo a la basura.

Y el post se titulará

“¿Tengo pinta de que me gusten los pulpos de peluche gigantes de color rosa?”

Porque tiene sentido, vayaquesí.

2 comentarios:

Juanjo Ramírez dijo...

¿Por qué lo describes todo en pretérito imperfecto? ¿Es que ya no estás en Londres?

Yo cuando estuve un tiempo en Ingaterra (Bach) me tocó también en una casa vieja, pero estilo terrera. Casa vez que veo el barrio Privet Drive de Harry Potter me acuerdo de mi barrio en Inglaterra. Sólo faltaban las lechuzas.

La familia que me acogía era bastante amable, pero había algo que me inquietaba: En la fachada de la casa veía una ventana en el segundo piso que no me correspondía con ninguna de las ventanas del interior. Y cierto día, jugando a dar golpecitos en la pared empapelada de mi dormitorio, noté cómo en algunas partes sonaba a hueco. Hice un seguimiento de en qué partes sonaba a hueco: Era la forma de una puerta. Una puerta tapiada.

Mi imaginación hizo un recorrido entre hijos bastardos y/o deformes abandonados, bisabuelas encerradas para heredar más rápido, criaturas monstruosas, el recibidor de las escaleras que bajan al Infierno...

Aquella familia siguió pareciéndome encantadora a pesar de ello.

"ksrqms"

Laia dijo...

No, ya no estoy en Londres, ya volví, pero no hace mucho.

Seguro que tu familia escondía algo ahí. Nadie se molesta en emparedar una habitación así porque sí -con la necesidad de habitaciones libres que hay en esta vida-. ¿Cómo podías dormir por las noches?

A lo mejor era la familia Dursley, que tenían emparedada a Harry Potter para que no saliera mientras estuvieras allí.

Mi casa era parecida a ésta.

http://www.mbetravel.com/common/photos/1941/home.jpg

Pero por dentro era muy guarra. Tenía unos ventanales que medían tres veces yo y que no podían abrirse porque pesaban mucho, aunque era mejor así porque delante de mi habitación había una galeria llena de cosas podridas, por ejemplo un plumero desecho que bauticé como plumero-pasta, porque estaba en pleno proceso de metamorfosis. Era de color verde musgo y salía una especie de chorro inmundo de él que finalizaba en lo que parecía una paloma muerta.