miércoles, 3 de octubre de 2007

Ayer en la cama se me ocurrió algo ingenioso pero no tuve ganas de levantarme y apuntarlo

Primera y segunda cosa mala

Polución y superpoblación. Molestias inevitables.

Teniendo en cuenta que respirar allí durante todo un día equivale a fumarte quince cigarrillos, no me extraña lo que me pasó la primera semana.

Yo soy una persona seca. Tengo el pelo seco, se me secan los ojos y se me irritan las vías respiratorias. Pues eso, que yo no podría vivir de manera permanente en Londres. Demasiado contaminado, y cuando digo demasiado, digo demasiado-peligrosamente contaminado. El primer día ya olía algo raro. Algo así como a goma quemada.

Es lo que pasa cuando vienes de un lugar con aire puro. Yo era algo así como una chica limpia, pura y con las vías respiratorias sanas, y claro, podía oler la verdadera mierda que circula por el aire londinense mientras que los londinenses no. Era mi don. En los dos primeros días empecé a recordar los olores de otras ciudades, porque todas huelen diferente. El problema es que Londres olía mal en un sentido inquietante. A plástico ardiendo. Y la verdadera prueba que lo que flota allí es veneno la tienes cuando te suenas. Porque sale NEGRO. Eh, eso solo me había pasado una vez cuando estuve encerrada en una discoteca durante cuatro horas envuelta en humo de cigarro.

Es una pena que pase eso, pero es inevitable, porque no tenéis idea de la cantidad de gente que hay allí. Sobra por todas partes. Y eso significa que hay muchos coches, y cada vez hay más y más, es imparable. Y qué enormidad de ciudad, inabarcable.
En esos lugares tan llenos de gente filosofas. En el metro, metida con calzador en la línea más transitada, filosofas. Miras a toda esa gente y piensas “cuanta gente hay en el mundo”, y ya luego miras al techo –por aquello de no tocar la mejilla del de al lado con tu nariz- y te preguntas si en verdad hay un Dios allí arriba y si los londinenses que mueren dejaran espacio en el cielo para el resto del mundo.

Una vez asimilas el mal olor y sientes como esa cosa tóxica se mete por tu cuerpo, vienen las ganas de buscar refugio. Les di vacaciones a mis pulmones metiéndome en Hyde Park, pero me perdí y a la irritación de las vías respiratorias se le sumó la angustia y el agotamiento.

Me he perdido y el señor que da de comer a las palomas me mira raro”.

Claro, como no he querido coger el mapa de la Guía Verde, como nunca cojo nada joder…”

Oh, ardillas

“¡Barcas! Qué British… ¿dónde está la salida? Tengo calor

Si, ¡calor!

Primera cosa buena

Los ingleses

A parte de la menudencia que es imposible una aproximación espontánea con los ingleses, he acabado satisfecha. En el sentido visual de la palabra, que es

Qué ahí son todos muy guapos.

No sé quien se inventó que en Inglaterra los hombres son muy feos, seguramente forma parte de un complot para que la gente no fuera allí, o quizás fuese un españolito rabioso en los sesenta porque su novia le abandonó por un inglés.

Los ingleses son una peligrosa competencia.

He estado en muchos países y en todos he visto hombres guapos y feos, pero Londres… ¡no puede ser! Cada dos pasos me enamoraba. Sobretodo de los larguiruchos con cara de Quinta Brigada –creo que todas las españolas llevamos uno de esos en nuestro subconsciente-.
No es que sean solo guapos, es que además visten muy bien. Cuando vas caminando por una calle española y ves a alguien con traje suele ser un hombre cuarentón con esposa e hijos que trabaja en un banco y vive en un chalet en las afueras, juega al golf y tiene que dejar la cerveza porque está echando barriga. En Londres llevan traje hasta los jóvenes de 22 años, y no traje cualquiera, trajes de mil rayas, que es lo que parece estar de moda allí. Y no les sientan como si fueran unos estirados, saben llevarlos y saben ir con ellos. Da igual que en el metro se esté a treinta grados, no sudan, no se enfadan, no se mueven, incluso tienen la arrogancia de pegarse una cabezadita sin arrugar su traje de mil rayas. Eso es clase…

Había hombres que no podías creer que no fueran actores, y te dabas cuenta que en Londres podías ver hombres PARECIDOS a actores. A actores de allí, me refiero. Así, gratis, contínuamente. Un día vi a un hombre parecido a Charles Dance –de joven-, y aún hoy me estoy recolocando el corazón.

4 comentarios:

Juanjo Ramírez dijo...

Yo es que cuando pienso en ingleses me vienen a la cabeza el genotipo Rowan Atkinson, y el genotipo Paul McCartney ;P

Un abrazo!

"fyxdtugc"

Laia dijo...

Al primero lo exportan para disimular, así las inglesas tienen a todos los ingleses guapos para ellas solas.

Al segundo... bueno, a veces cuando algunos ingleses envejecen se parecen un poco a sus abuelas, será el genotipo "tía Mabel".

Pero eso es adorable, ¿o a ti no te gustaría tener una abuela inglesa? anda, reconócelo. Y le comprarías gorritos con flores en Navidad y ella a tí jerseys de lana con muñecos de nieve bordados.

Snif, siento nostalgia de algo que nunca tuve. Si me casara con un inglés tendría una de esas abuelas. Iría a visitarla a su casa de campo y me la encontraría cuidando de las rosas del jardín, con su sombrero de paja y sus guantes de podar. Luego le acompañaría a ensayar en el coro de la rectoría y de noche me enseñaría a hacer pasteles de carne.

Juanjo Ramírez dijo...

¡Cielos, Laia!

Ahora sí que entiendo el auténtico valor de Paul McCartney. Pero según las tramas conspiranuicas, "Paul is dead", y eso de comprarle gorritos de navidad a una abuela muerta...

"dbcsexun"

Juanjo Ramírez dijo...

¡¡¡¡Te estás volviendo a descuidar!!!!

¡¡Actualiza de una maldita vez!!

¿Tienes idea de lo frustrante que resulta entrar aquí cada dos por tres sin encontrar nuevas Laiadas?

"rlclpf"